La personal transfiguración de José Maria Macías
Macías firma una tarde tan heroica como sensible; se descubre toreando dos faenas rotundas. Acompañó en el triunfo numérico Gerardo Rivera. Sobresaliente corrida de Rancho Seco.
Fotografía cortesía de Juan Rodríguez Bonilla.
Ninguna cifra estadística me ha sido relevante a la hora de evocar una tarde en la que me he emocionado viendo torear. No me importan en lo absoluto las tres orejas que cortó José María Macías; sí me quedo con la magnitud torera calzada en su vestido chispeante y sobre todo con la ilusión de verle en una tarde en la que no solamente enseñó el carnet de matador de toros —con el espinoso tercero— y en el faenón al cierra plaza, sino, una tarde en la que él mismo se descubrió en sus propias y valiosas cualidades que tras esta tarde le harán encabezar el necesario relevo generacional en las fila de coletas tlaxcaltecas. Fue su personal transfiguración: casualmente un 6 de agosto cuando supo de lo que y para lo que está hecho.
Macías, el mayor de todos ellos, dio un paso tan largo como un kilómetro en su tauromaquia; anduvo serio, con pureza irradiando en todas sus suertes, sin guiños populares, con mucho conocimiento técnico y con sitio digerido. Todo esto ya se le vio en su primero que hizo tercero de la lidia ordinaria bautizado como ‘Canastito’; animal que fue tan bravo como áspero y que hubiera puesto en aprietos a la mayoría del escalafón forzándolos a abreviar, pero él, se fajó sin probaturas y sin vender a los vomitorios las muchas dificultades para estar delante del burel. Toda la faena olió a formol. Toda la faena se respiró verdad. Estocada delantera y oreja paseada.
Cerró plaza ´Alfombrito´; el toro mejor presentado del encierro y quizás el único. Otro ‘Alfombrito´ de Rancho Seco memorable (como el de la feria pasada) y que será aún más memorable tanto para los ganaderos, para los aficionados que recordaremos la tremulosa faena, como también para el diestro al que le encausará y aclarará su tauromaquia. El torero, como ser expresivo, siempre está sujeto a sus sentimientos y a su duende; José Mari Macías, dolido de un año difícil, tuvo la bendición de la inspiración —o de su personal transfiguración, en el mismo día que la cultura católica celebrase la Santísima Transfiguración— y en este toro le salió absolutamente todo. Las verónicas con los riñones encajados fueron un portento; lució un quite (después de un insigne puyazo de Othón Salinas) muy ceñido por gaoneras, y ya con la pañosa hincado, pasó por cada pitón las soberbias y enclasadas embestidas del toro para luego pararse a reducir al mínimo sus latidos y el tiempo. Encajado, olvidado y disfrutando porque sus muñecas rotas le untaban ungüento de toro. Un éxtasis de buen toreo. Una gozada del buen embestir y de emoción. Cada tanda y cada muletazo superaban a sus antecesores; la gente brincaba en los trazos que se hacían imperecederos y le aplaudían de pie desgañotándose con gritos de “torero, torero” retumbando en el eco atorado en la cubierta. En dos ocasiones el toro probó su entrega: la primera se le paró a mitad de hechizo y Macías ni se inmutó; la segunda, casi al final de faena y tras perderle por un segundo la cara, le echó mano dejándole en el cuerpo una paliza prominente. Se levantó aturdido, dolido, pero no quejoso y si verse la ropa hecha jirones le recetó unas manoletinas tan hermosas como conmovedoras. La gente, que no la afición, le pedía el indulto y por si no bastara y para su mayor honra, el Señor Torero sin aceptar baratijas populares, decidió la pureza y se fue tras la espada como a un pozo de oro, pero lo pinchó; borró el pinchazo y mandó al burel al caldaso de un espadazo que rodó sus 457 kilos enseguida. Dos orejas al torero y arrastre lento a un gran toro.
Gerardo Rivera forzó la tarde con su notable entusiasmo y con sus presurosas maneras. Su primero fue un animal con mucha transmisión y pitón izquierdo muy notable. Le costó al torero congeniar con su exigencia y cuando existía algo de acople, el animal se rajó. O se aburrió. La estocada a topa carnero fue toda entrega y tras la paliza le otorgaron dos orejas que supieron excesivas. Su segundo fue un animal justo de presentación que no acabó de romper. Le enterró tres cuartos de acero, pero su peón de confianza, Roberto Huerta, en un acto desleal, ruin y muy alejado de lo torero, en los capotazos de vueltas, le terminó por encajar el completo de la espada. Oreja.
Fauro Aloi, lidió dos animales con mucha movilidad y emoción que pusieron a prueba su capacidad lidiadora vista con muchos accidentes y alcances a sus caballos. No será rememorada ninguna faena en especial. Los forcados de Teziutlán, de cinco intentos, no fueron capaces de lograr ninguna pega; especialmente en el cuarto toro de la tarde fueron participes de un herradero en donde la figura del juez de plaza careció de presencia.
HUAMANTLA, TLAXCALA.
Plaza de Toros “La Taurina”.
6 de agosto de 2023. Primera de feria.
Un tercio de plaza en tarde fresca y ventosa que no impidió la lidia.
6 TOROS DE RANCHO SECO, disparejos en su presentación. Destacando el 6° por su humillación, clase e importancia, mismo que fue premiado con arrastre lento; y el 3° por su emoción al embestir y su alto pitón izquierdo (aunque se terminara rajando); el 5° fue premiado con arrastre lento. 462 kg, 469 kg, 465 kg, 455 kg, 458 kg y 457 kg; en su generalidad propensos a la bravura, la transmisión e importancia en el quehacer solicitado.
FAURO ALOI (a la usanza portuguesa) oreja y aviso.
GERARDO RIVERA (azul celeste y oro) dos orejas y oreja.
JOSE MARIA MACÍAS (caldero y oro) oreja y dos orejas.
INCIDENCIAS:
El festejo empezó 15 minutos después de la hora anunciada; sin sentido del espectáculo y prioridad del aficionado el festejo duró más de tres horas.
Los forcados de Teziutlán realizaron cinco pegas en los dos toros del rejoneador sin poder conseguir ninguna.
Un novillero actuó como sobresaliente e incluso banderilleando por invitación de Gerardo Rivera en el festejo; cuestión que el Juez de Plaza tuvo que haber observado con mayor delicadeza por no contar con la alternativa.
Destacó en el jamelgo de pica Othón Salinas tras cumplir el primer tercio del último toro.
Los subalternos del rejoneador Fauro Aloi incurrieron en prácticas ruines tales como empujar con las manos al segundo toro amorcillado; igualmente Roberto Huerta, subalterno de Gerardo Rivera, por empujar la espada que hacía tres cuartos hasta enterrarla por completo.
Hasta la publicación de la presente, no existe pronunciación alguna por la empresa Feria Toro, con respecto al parte médico de José María Macías.
El ganadero Sergio Hernández Cosio dio la vuelta al ruedo con Gerardo Rivera tras la muerte del quinto.
Gerardo Rivera y José María Macías salieron a hombros al finalizar el festejo.
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